Carlos Centeno del MIT GOV / LAB: “La tecnología cumple su función social cuando entrega un mejor producto a la ciudadanía”
Innovación pública

Carlos Centeno del MIT GOV / LAB: “La tecnología cumple su función social cuando entrega un mejor producto a la ciudadanía”

Hace un año y medio Carlos Centeno llegó al Instituto Tecnológico de Massachusetts —“MIT” por su sigla en inglés— con la misión de fundar un equipo de innovación. Hoy, el Laboratorio de Gobernanza del MIT trabaja en Latinoamérica y África entregando soluciones que acercan servicios, procesos y productos innovadores a las preocupaciones y necesidades de las personas.

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Ideas clave

  1. Por las demandas y la poca cantidad de recursos que tiene el sector público, los gobiernos no se han dado el tiempo de pensar cómo queremos diseñar las sociedades que buscamos tener. La posibilidad de hacerlo de una manera sistemática está limitada, porque existe mucha presión política contingente.
  2. Muchos de los problemas humanitarios son problemas de diseño: de cómo usamos nuestro entorno, cómo se distribuye la riqueza, de la dimensión política.
  3. Hay que diseñar desde el punto de vista de las comunidades, porque la tecnología es solo una herramienta. Pero muchas veces, se piensa al revés: soluciones buscando problemas.

Definido actualmente como una incubadora de innovación, el MIT GOV/LAB tiene como fin cerrar las brechas entre gobiernos y sus ciudadanos, cambiando las prácticas en torno a las rendiciones de cuentas y desarrollando soluciones que permitan mejorar, en última instancia -como explica Centeno-, la confianza en las instituciones y la democracia. Y para eso, usan herramientas de diseño y tecnología, trabajando con gobiernos, académicos y la sociedad civil.

Como director asociado de Innovación en el Laboratorio de Gobernanza del MIT, Centeno explica que les interesa encontrar soluciones que permitan dar la mayor cantidad de acceso a las personas, a servicios, y procesos y/o productos innovadores, mediante la integración de herramientas de las ciencias sociales a la ingeniería de diseño. “Nuestra meta es tratar de mejorar la transparencia en la respuesta de los gobiernos y la rendición de cuentas hacia sus ciudadanos y la sociedad civil”.

¿Y cómo conectan esa propuesta, desde la innovación, con el mundo académico?

— Lo que tratamos de resolver junto a otras disciplinas es cómo podemos entender la mejor manera de diseñar con las limitaciones que actualmente existen en el sur -que es la región donde trabajamos-, ya sea en Latinoamérica o en África. Hay retos que son particulares de esas regiones, sobre todo desde el punto de vista de acceso.. El tipo de motivaciones y comportamiento también es específico, entonces hay que entender qué motiva a un funcionario civil, y a un ciudadano en esos contextos para diseñar algo que tenga impacto y que la gente quiera usar.

¿Cuáles son las motivaciones específicas que se tienen en esas zonas?

— Uno se imagina, generalmente, que un burócrata tiene la motivación de hacer algo bueno, porque quiere proveer un mejor servicio al ciudadano. Pero en realidad hay muchas otras motivaciones y comportamientos que en el diseño se pueden ignorar, como, por ejemplo, la aspiración a escalar puestos dentro del gobierno. O tal vez están en ese rol porque en dos años quieren trabajar en el mundo privado. Entonces, es importante entender para quién se está diseñando y por qué, y cuál es su comportamiento y sus motivaciones. Con esa información puedes construir un app, un servicio, o un proceso diferente, que logre satisfacer parte de esas motivaciones y genere los comportamientos que conducen a una mayor transparencia y capacidad de respuesta, por ejemplo.

Carlos Centeno
Director asociado de Innovación en el Laboratorio de Gobernanza del MIT

Debido a las demandas y la falta de recursos del sector público, los gobiernos no se han dado el tiempo de pensar cómo queremos diseñar las sociedades que buscamos tener. Más bien la lógica ha sido cómo tenemos que innovar para arreglar estos problemas. Existe mucha presión política. Hay que pensar en los ciclos políticos y los cambios de personal. Cuando viene el borrón y cuenta nueva de un nuevo gobierno, ¿Como hacemos para prepararnos y apoyar a los funcionarios a sistematizar una manera más intencional de abordar problemas de transparencia, rendición de cuentas y respuesta adecuada a los ciudadanos?

Otra de las razones, tiene que ver con la capacidad que tiene el sector público de experimentar. A diferencia del privado, aquí estamos experimentando con dinero público, de los impuestos que pagamos todos;, y con el tiempo del público. No se le puede decir a una ciudad: estamos todavía probando, dentro de un año te doy el servicio. Todavía ha habido una manera de poder sentarnos un momento a pensar qué es lo que necesitamos para diseñar mejor, cuáles son las herramientas que tenemos ahora y qué es lo que ha funcionado y qué no. Ahí radica la importancia del rigor académico y nuestro rol de entregar herramientas que hemos estudiado y modelos que hemos aprendido.Hay laboratorios de innovación que están haciendo un gran trabajo y aun así no logran encontrar el tiempo para documentar lo que están haciendo para los que vengan después, o para otras ciudades o provincias del mismo país.

Al trabajar con actores de diferentes partes del mundo, ¿existen diferencias en los gobiernos en cuanto al interés por innovar? ¿Estructuras más permeables?

— Sí, por ejemplo, es extremadamente distinto trabajar con el gobierno de Sierra Leona que con el de Nigeria, y son países que están prácticamente al lado. Y es que aunque tienen muchas cosas en común, como sus culturas, sus burocracias son muy distintas. Nigeria es extremadamente rígida, pero súper capaz; mientras que Sierra Leona es lo opuesto: súper flexible como burocracia y tienen gran interés por cambiar, pero cuenta con poca capacidad como resultado del conflicto y el éxodo de talento que generó la guerra. El desafío ahí es observar y determinar motivantes y comportamientos para diseñar en distintos contextos

Has mencionado que suscribes a la frase: “Mientras más grandes son las limitantes, mejor es el diseño”. ¿A qué te refieres con esto?

— En contextos donde las limitantes son mayores, lograr diseñar algo que funcione para el servicio público es impactante. Es más difícil, sí, pero mucho más gratificante. Es como ese dicho: si manejas en Roma, manejas en cualquier parte del mundo. Si uno se encuentra en un escenario donde no hay dinero, no hay convicción políticas de hacer lo que quieres hacer, no hay capacidad, no hay desarrolladores de software, no hay un espacio físico para innovar, imagínate lo que significa lograr hacer algo. Y si lo logras, eso quiere decir que es algo que de verdad la gente quiere y necesita. Como me decía el jefe de Innovación de India: una buena innovación es aquella que si la quitas, la gente extraña.

Un equipo que trabaja con nosotros en Sierra Leona, el equipo del Jefe de Innovación Nacional; diseñó una especie de aplicación para que madres y padres pudieran obtener los resultados académicos de sus hijos. Y es que allí, para poder pasar de curso, les exigían un papel físico con las notas que muchas veces se tardaba en llegar y agentes intermediarios cobraban más de lo debían pagar. La aplicación, por el contrario, genera las notas de inmediato y es gratis. Y es un sistema básico, con limitantes grandes, pero que funcionó y se puede exportar a cualquier lugar del país. Es decir, no se puede diseñar en estos contextos si no se piensa en lo análogo. Si se hubiese hecho un diseño con smartphone o mucha tecnología, el impacto hubiese sido menor.

En tu trabajo en el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, estuviste rediseñando intervenciones humanitarias a través de un enfoque basado en datos y la comunidad. ¿Qué desafíos se presentan en materia de soluciones tecnológicas trabajando con poblaciones vulnerables?

— Ahí fui parte de un equipo que veía cómo apoyar a poblaciones con inseguridad alimentaria, desnutrición o en medio de un desastre natural. Estuvimos años diseñando con comunidades, pero basados en datos que nos decían, por ejemplo, cómo los agricultores de una zona en Etiopía utilizaban la tierra, cómo eso impactaba la fertilidad y producción de alimentos para esa gente; y cómo todo se conectaba con la disponibilidad de agua en la región. Estábamos preguntándonos por qué existía inseguridad alimentaria en un determinado lugar. Hay que contrastar eso con el sistema que existía en ese momento que simplemente se preguntaba cuánta gente necesitaba ayuda alimentaria. ¿Cien mil? Se enviaban cien mil raciones. Era necesario ese sistema, pero ya teníamos la tecnología para cambiar eso.

Mi equipo se planteó analizar todo a base de datos y validación de campo para luego planificar a largo plazo la recuperación de las tierras baldías, que antes producían los alimentos que ahora entregaba las Naciones Unidas. Nuestra idea era borrar a nuestra agencia del mapa a base de datos y planificación comunitaria. No tenía idea que estaba usando partes de la misma metodología de diseño que ahora estudiamos.

En el caso de comunidades golpeadas por desastres naturales, la pregunta era cómo afectaba a la pobreza y de qué manera se pueden generar soluciones desde el diseño. Ese trabajo me enseñó que muchos de los problemas humanitarios son problemas de diseño: de cómo se usa la tierra, cómo se repartió en su momento, de la parte política, de conflicto armado. La tecnología me empezó a interesar en mi último año en Naciones Unidas, cuando estaba en la oficina regional de Asia. Ahí logré entenderla como un catalizador para encontrar soluciones para mucha gente, de manera rápida y a bajo costo. Empecé a apreciar su valor para resolver grandes problemas de impacto social.

Y pensando en poblaciones que no siempre tienen acceso a ella, ¿cómo dialoga con las soluciones que necesitan las personas, sin que eso quede como algo poco utilizable?

— Es que siempre hay que diseñar desde el punto de vista de las comunidades, porque la tecnología es una herramienta. Muchas veces, se piensa al revés: soluciones buscando problemas. Esa es una manera equivocada de entenderlo.

Cuando co-diseñamos con gobiernos siempre somos consistentes en dedicarle mucho tiempo a entender el problema y uno de los módulos que desarrollamos es precisamente el cómo hacer que otros se enamoren del problema.

Y es que uno puede querer diseñar soluciones a temas complejos, pero eso no importa cuándo 100 millones de personas van a usar ese servicio por primera vez y no funciona o no les hace sentido. Si puedes apalancar las tecnologías para entregar un mejor producto para los ciudadanos -ya sea para quienes no tienen acceso a servicios básicos, como para quienes tienen privilegios-, ahí vas a encontrar que la tecnología cumple su función social.

Hay muchísimos ejemplos de tecnologías que no se piensan como avanzadas, pero sí son las adecuadas para ciertos tipos de problemas. Hay que estar conectados a los problemas y a las personas que están tratando de resolverlos, más que a las tecnologías que podamos desarrollar. A veces, nos enfocamos tanto en esto último que nos perdemos de la parte ingeniosa y creativa, que siempre tiene que ver con diseñar. 

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