Ideas clave
- Lo público es todo aquello que se vincula con el desarrollo de las personas en el espacio compartido y cotidiano.
- Toda organización que genere valor para sus usuarios, genera valor público.
- Romper con la fragmentación conservadora entre lo privado y lo público, es clave, sobre todo en un contexto post pandemia, con nuevos movimientos económicos y geopolíticos.
- El bienestar público requiere de una interacción entre empresas, sector público, ONG’s, sociedad civil y academia.
Como profesional, mi carrera se ha centrado en gestión pública, trabajando con gobiernos, municipios, ONG’s y organismos multilaterales por más de 18 años. Dedicarme a esta área fue una decisión consciente, porque me interesa saber qué le pasa a las personas cuando interactúan en la ciudad; ver cómo usan los espacios y de qué manera se vinculan con políticas y servicios. Soy muy observador. Me produce curiosidad saber cómo vive y qué hábitos tiene la gente. Es por esto que suelo trasladarme en bicicleta. Siento que uno adquiere una visión diferente, desde nuevos ángulos y perspectivas.
Mi definición sobre qué es lo público tiene que ver, justamente, con la vida diaria. Para mí, lo público es todo aquello que se vincula con el desarrollo de las personas en el espacio compartido y cotidiano. Es el cómo habitamos la ciudad.
Sin embargo, no todos lo significan así. Muchas veces se cree, erróneamente, que solo las organizaciones del Estado pueden contribuir a crear valor público, cuando en realidad se trata de un esfuerzo compartido entre el Estado, las empresas privadas, las ONG’s y la academia. Cuando lo entendemos así, el concepto cobra amplitud y todas aquellas instituciones que no se han sentido convocadas, pueden hacerlo.
Esta errónea idea que vincula lo público con lo estatal, no es casual. Como sociedad, somos herederos de una tradición que, por siglos, ha pensado que lo público es dominio único del Estado. Sin embargo, desde mediados del siglo XVIII se empezó a conceptualizar el espacio público y a la opinión pública como un terreno de sociabilidad, con una marcada crítica al poder del Estado. Podría decirse que estas fueron las primeras manifestaciones de creación de valor público en términos más amplios. El historiador francés Roger Chartier sostiene en Espacio Público: Crítica y Desacralización en el siglo XVIII, (cuya inspiración puede encontrarse en Historia y Crítica de la Opinión Pública, del filósofo y sociólogo alemán, Jürgen Habermas), que en los orígenes culturales de la Revolución Francesa se creó ese espacio público distinto al estatal, donde se comenzó a hablar de una ciudadanía con opinión, que ejercía una crítica al poder y donde generaba valor social y cultural sin estar mediada por el Estado.
En los últimos años, se han empezado a desarrollar nuevas teorías relacionadas al espacio público, aunque por diversas razones este conocimiento ha quedado circunscrito, en su mayoría, al ámbito académico. A nivel social, ha costado que este concepto se re-signifique y se entienda desde este punto de vista.
Como consecuencia, son pocas las empresas privadas que sienten que generan valor público, porque precisamente todavía conviven con esa antigua noción.
Sin embargo, han existido iniciativas para acercar esta idea a la ciudadanía. Tal vez una de las más recientes e interesantes es el 3xi, fundada por cinco organizaciones que -reunidas en torno a la necesidad de generar encuentros entre profesionales de diversos sectores- busca construir un nuevo diálogo para mejorar las bases de confianza entre las personas. El paraguas que las une es inspirar, incluir e innovar. Otra iniciativa destacable es Tenemos que Hablar de Chile, proyecto impulsado por la Universidad Católica y la Universidad de Chile. Esta plataforma de incidencia ciudadana, tiene como fin impulsar la conversación entre estamentos para trazar así una hoja de ruta para el futuro y el desarrollo del país.
Me parece interesante cómo ambas han generado un espacio de diálogo, sobre todo en el mundo empresarial, al entender que tienen un rol relevante en la creación de valor público. Y que tienen la potencialidad de ser un aporte en esa esfera.
Actualmente, cada vez hay más organizaciones que lo sienten así. Muchas tienen un fuerte compromiso con lo público y, a pesar de tener productos que se transan en el mercado, entregan cada vez más servicios que impactan en la calidad de vida de las personas.
Romper y terminar con esta fragmentación conservadora entre lo privado y lo público, es clave, sobre todo en un contexto post pandemia, con nuevos movimientos económicos y geopolíticos. Y es que para contribuir al bienestar social, es esencial hacerlo desde diversos frentes. Si bien el Estado y las empresas saben entregar servicios determinados, esas particularidades requieren de complementos que ni uno ni el otro tienen por sí mismos.
Por eso, es impensado creer que ese bienestar se puede generar desde solo un estamento de la sociedad. El bienestar público requiere de una interacción entre empresas, sector público, ONG’s, sociedad civil y academia. De eso se trata la colaboración: de aprender a interactuar para crear experiencias entre diversos actores y organizaciones que, de manera separada, sería imposible crear. Solo así pueden surgir ideas nuevas y originales para satisfacer las necesidades de las personas.