El futuro del trabajo: la colaboración entre la inteligencia humana y la artificial
Transformación digital

El futuro del trabajo: la colaboración entre la inteligencia humana y la artificial

Aunque la inteligencia artificial se volverá rápidamente una nueva normalidad, esta escalada tecnológica junto a las transformaciones del mundo post pandémico demandan el desarrollo y administración de nuevas capacidades humanas, individuales y colectivas, para abordar la pregunta sobre el futuro del trabajo en el corto y largo plazo.

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Ideas clave

  1. El futuro del trabajo es un campo de estudio que investiga las transformaciones que ocurren en el ámbito laboral desde antes que se desatara la pandemia.
  2. El COVID-19 generó retrocesos en índices relevantes para el desarrollo humano y el retorno de problemáticas que se estaban dejando atrás, tales como el aumento de la desigualdad, las brechas de género y la pauperización de ciertos puestos de trabajo.
  3. El futuro del trabajo demanda como necesidad de primer orden de las organizaciones públicas y privadas el desarrollo de capacidades individuales y colectivas que ni la digitalización ni la I.A. podrán reemplazar.

El 21 de junio de 2019, el Presidente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), principal organismo del mundo en esta materia, estampaba su firma en un informe sobre el futuro del trabajo sin saber que a la vuelta de la esquina se asomaba la primera pandemia del siglo XXI. La Declaración, que coincidió con el centenario de la fundación de la OIT, establecía algunos desafíos para los próximos años y exhortaba a los 187 países miembros a tomar una serie de medidas para que el trabajo promoviera la dignidad y realización personal, avanzara en igualdad de género y favoreciera la sostenibilidad.

Han pasado tres años desde que la pandemia global por COVID-19 impactó al mundo. Sus consecuencias en todas las esferas de nuestra vida nos hacen volver al pasado para reconocer qué cosas cambiaron y cuáles continuaron luego de este hecho trascendental.

Si bien su verdadero impacto será motivo de estudio y análisis por muchos años más, una de las áreas en las que podemos ver cambios con más rapidez es el área del trabajo. Sin embargo, sus transformaciones no comenzaron con el COVID-19 y son objeto de estudio desde hace muchos años: el desarrollo de nuevas tecnologías, los cambios demográficos y las diversas crisis políticas, económicas y sanitarias, han puesto sobre la mesa el «futuro del trabajo» como un campo que trabaja por reconocer las tendencias que afectan a organizaciones y sus trabajadores. Así, se busca entender el impacto de estos cambios en la vida laboral, el empleo, las capacidades requeridas y el advenimiento de nuevas formas de trabajo.

¿Cómo ha cambiado el escenario desde que comenzó la pandemia? ¿Qué desafíos están pendientes? ¿Cuáles podrían ser posibles respuestas para las problemáticas que se avecinan?

Partamos por hablar del futuro del trabajo

Según Lynda Gratton, profesora de la London School of Economics, no es posible abrir esta conversación sin antes considerar que en los últimos cien años la expectativa de vida se ha incrementado en un promedio de 2 a 3 años por década y que las proyecciones estiman que hacia el 2030 se habrán digitalizado entre 20 y 50 millones de trabajos. Estos cambios, por si fuera poco, se dan en un contexto donde la desigualdad crece constantemente y en el que las personas han optado por trayectorias laborales más dinámicas y flexibles. «Las personas están buscando compatibilizar su trabajo con otras necesidades fuera de lo laboral» comenta Gratton en su breve charla «Redesigning Work: how to make the future of work work for everyone».

Además, según un artículo publicado por la empresa McKinsey en enero del 2023, se debe considerar que el campo laboral de áreas como la salud, la ciencia, la ingeniería y las matemáticas venían creciendo desde antes de la pandemia en desmedro de los trabajos del área de servicios que cada día están más digitalizados y automatizados. En algunos años, es muy probable que trabajadores de supermercados o tiendas minoristas sean reemplazados por cajas de autoservicio o máquinas que podrían entregar los productos de manera robotizada. Y esto es sólo la punta del iceberg.

En este contexto, la pandemia por COVID-19 incorporó nuevos factores que también deben ser tomados en cuenta. La digitalización se aceleró, el formato de trabajo híbrido se instaló y trabajar desde la casa comenzó a ser cada vez más común en lugares que no requieren de presencialidad.

En América Latina, empresas e individuos se vieron forzados a invertir en nuevas tecnologías y en el desarrollo de plataformas que ofrecieran sus productos de manera online para sortear así las restricciones de movilidad impuestas por la emergencia sanitaria. Esta tendencia se mantuvo cuando dichas restricciones se flexibilizaron generando un cambio en el equilibrio de los mercados laborales. Sin embargo, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), aún queda mucho camino por recorrer en la automatización del empleo en Latinoamérica y el Caribe: del total de robots producidos en el mundo para fuerza de trabajo, sólo el 0,6% terminó en algún país de la región.

En este escenario de desarrollo de nuevas tecnologías y cambios acelerados, existe un consenso entre distintos investigadores y organismos internacionales respecto a viejos adversarios que se mantienen cuando hablamos del futuro del trabajo. Entre ellos, la desigualdad, la brecha salarial por género, la informalidad laboral y la falta de protección social.

Hablar del futuro del trabajo resulta clave en un mundo de cambios acelerados porque permite reconocer cómo enfrentamos los cambios y las continuidades a las que se ven enfrentadas las instituciones, empresas y las personas con las que éstas se vinculan.

Después del COVID-19: la paradoja del futuro del trabajo.

Aunque los cambios se han acelerado, existen antiguos problemas que el mercado laboral enfrenta desde hace varios años. Luego de la pandemia muchos de estos problemas se acrecentaron e incluso se retrocedió en décadas de avances para superar temas como la brecha salarial entre hombres y mujeres. Es el caso de Chile, país en el que se redujo la participación femenina a un 41%, echando por tierra diez años de mejoras en esta materia. Fenómenos similares ocurren en otros países de la región como México, Costa Rica, Colombia, Brasil y Paraguay.

También hubo importantes retrocesos en la informalidad laboral. Es el caso de los «trabajadores esenciales», quienes fueron llamados así porque durante el confinamiento cumplían roles que permitían cubrir ciertas áreas básicas para el funcionamiento de la sociedad. La Organización Internacional del Trabajo definió que existen ocho grupos de trabajadores que pueden considerarse esenciales y que la mayoría de ellos están infravalorados. Según el estudio «Perspectivas sociales y del empleo en el mundo 2023: el valor del trabajo esencial», la informalidad, el exceso de horarios, el déficit de protección social y la baja formación profesional de los trabajadores no sólo los pone en la primera línea del trabajo en una pandemia sino también en la primera línea de la pobreza y la desigualdad.

Otro aspecto a considerar es el rol que cumple la protección social a los trabajadores. Si bien ha habido importantes avances en el último tiempo, muchos de ellos motivados por la emergencia de la pandemia, existen algunas brechas que permanecen y que es importante mirar en un mundo que convive con una crisis climática, problemas de seguridad pública, procesos migratorios, refugiados y mujeres desplazadas de sus puestos de trabajo. El World Social Protection Report (2020-2022) menciona tres prioridades que abordar en la protección social de los trabajadores en el contexto actual: extender la cobertura de la protección a trabajadores que no la tienen, integrar de alguna forma a migrantes y refugiados, y disminuir las brechas de género.

Así, el futuro del trabajo ofrece un balance paradojal: las nuevas tecnologías han permitido compatibilizar los intereses de una parte de la población con horarios más flexibles e intereses fuera de lo laboral, pero al futuro aún lo acechan los fantasmas del pasado y es importante considerar qué capacidades permitirán sortear de mejor manera los cambios del presente.

Las nuevas capacidades

Diversas investigaciones que abordan el futuro del trabajo como un tema de interés para los años que vienen llegan a una conclusión importante: tanto empresas como trabajadores tendrán que desarrollar nuevas capacidades que les permitan adaptarse con éxito al momento por el que estamos pasando.

En ese sentido, se podría decir que tan importante como el desarrollo de nuevas tecnologías será la generación de sistemas que instalen prácticas innovadoras y capacidades dinámicas que puedan ser flexibles de acuerdo a las nuevas necesidades de los trabajadores del mundo.

El desarrollo de capacidades ha sido objeto de estudio y análisis de diferentes académicos en el mundo, entre ellos de la filósofa Martha Nussbaum quien el año 2000 propuso una aproximación desde las capacidades para la formación de seres humanos íntegros. Su trabajo tuvo una enorme repercusión en el mundo entero al señalar que hay capacidades que son centrales para el desarrollo de la vida humana, pero que hay condiciones de desigualdad y pobreza que impiden que esas capacidades sean adquiridas por todas las personas. Dentro de esas capacidades se ubican las «habilidades del siglo XXI» que, de acuerdo al Banco Interamericano de Desarrollo, serán más requeridas a la hora de contratar a alguien en los próximos años: comunicarse, interactuar con otros exitosamente, trabajo en equipo, pensamiento crítico, capacidad de pensar creativamente y «aprender a aprender» se encuentran entre aspectos relevantes del trabajo del futuro.

Sin embargo, las instituciones públicas y privadas están llamadas a asumir también parte de estas transformaciones. La economista Susan Lund, quien ha liderado estudios sobre el futuro del trabajo y la globalización, afirma que junto con flexibilizar las jornadas laborales será necesario crear espacios de colaboración y creación entre trabajadores de un mismo lugar. «Creo que cuando las personas vayan a la oficina no estarán más sentadas en un cubículo. Eso es algo que se puede hacer desde la casa. La oficina debe ser un espacio para tener reuniones, encontrarse con otros, hacer lluvias de ideas e innovación» señaló al Washington Post.

El siglo XXI post pandémico requerirá la creación de capacidades que permitan incorporar los cambios tecnológicos de la mejor manera posible, en diálogo con las personas y especialmente con los trabajadores. Recientemente, un estudio de la consultora Unit demostró que en el trabajo con 170 gobiernos locales de América Latina las redes de pares con desafíos comunes, la generación de evidencia conjunta para la toma de decisiones y la aceleración de proyectos con metodología de innovación colaborativa podía empujar procesos de transformación pública de manera exitosa.

Ese mismo estudio demostró que el involucramiento de personas con cargos de liderazgo podría resultar clave para generar capacidades que dialoguen bien con las transformaciones laborales actuales. Una afirmación conclusiva si se observa un estudio en más de 3.000 instituciones europeas, realizado por el diario The Economist junto a Best Place to Work, que demostró que un liderazgo inclusivo y atento a las necesidades de sus trabajadores es clave a la hora de sobrellevar el trabajo a distancia y la creciente flexibilidad laboral.

A todas luces el futuro del trabajo demandará prestar especial atención a los cambios y desarrollos tecnológicos que avanzan a pasos agigantados. Pero las instituciones públicas y privadas deberán potenciar capacidades que sin ser técnicas podrían condicionar o determinar el éxito de equipos de trabajo e, incluso, de políticas públicas.

Lo que la I.A. no podrá reemplazar

Recientemente, la irrupción de nuevas herramientas tecnológicas vinculadas a la inteligencia artificial provocó una serie de noticias alarmantes sobre el futuro del trabajo. Entre otras cosas, se dijo que la aparición de herramientas como esta nos llevaría a una situación fuera de control o que podrían llegar a funcionar mejor que el cerebro humano.

Sin embargo, no serán las capacidades ligadas al trabajo mecánico las que permitirán enfrentar de mejor forma un contexto de cambios acelerados. Más bien serán capacidades que tienen que ver con la experiencia misma del ser humano: la posibilidad de pensar críticamente y encontrar soluciones innovadoras a problemas complejos, comprender y gestionar dinámicas grupales, colaborar para tomar decisiones basadas en la experiencia y el uso de habilidades interpersonales.

En ese sentido, efectivamente el futuro del trabajo estará condicionado por las numerosas preguntas que abre la aparición de robots y máquinas que realizan servicios antes desempeñados por seres humanos. Sin embargo, la prevalencia de problemas del pasado parece profundizarse tras la pandemia del COVID-19 y releva que la forma de enfrentar estas problemáticas no parece venir de los robots, del Chat GPT o de la inteligencia artificial, sino de la formación de seres humanos capaces de llevar a cabo una multiplicidad de tareas y experiencias que difícilmente podrán aprender las máquinas. Por ahora.

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