Ideas clave
- El sector de las artes y la cultura es muy precarizado y no tiene, necesariamente, una trayectoria lineal. Innovar desde ahí implica encontrar nuevas formas para sostenerse y desarrollarse.
- Si la pandemia nos enseñó algo, es que ante una emergencia sanitaria se va a recortar lo que no es urgente ante los ojos de un gobierno, y eso casi siempre es la cultura. Es por esto, que resulta clave fortalecer el entendimiento de la industria creativa como un motor de la economía que en momentos de crisis sume y no reste.
- No puede ser una aspiración que los profesionales de la industria creativa simplemente “sobrevivan”, sino que se deben pensar, desde la innovación y la creatividad, nuevos modelos de negocio para desarrollar proyectos sostenibles que les permita vivir y no sobrevivir.
La innovación es clave para la sostenibilidad de las industrias creativas. Y es que, sobre todo después de la pandemia y la crisis a la que se enfrentó este sector, resulta cada vez más relevante poner en discusión la necesidad de encontrar y diseñar modelos de negocio innovadores para los proyectos culturales. Esta es la visión de María García Holley, Directora Regional de Artes y Culturas para las Américas del British Council, quien ha trabajado por más de 10 años diseñando estrategias para el desarrollo del sector. “No existe una definición única de cultura ni de economías creativas, sino que debemos entenderlas en plural. Y es que hay tantos modelos como subsectores e ideas”, explica.
Licenciada en Arquitectura de la UNAM, y máster en Historia del Arte por el Instituto de Investigaciones Estéticas de la misma universidad, su carrera profesional ha estado dedicada al desarrollo de la industria cultural, la innovación, la creatividad y la ciudadanía. De hecho, fue parte del equipo pionero del Laboratorio para la Ciudad de México, donde se desempeñó -entre 2015 y 2018-, como Directora del área de Ciudad Creativa. Desde ahí trabajó para poner en marcha políticas públicas enfocadas en los ciudadanos, trabajo que derivó en la designación de Ciudad de México como Ciudad Creativa del Diseño por la UNESCO.
María ha sido reconocida por la revista Forbes como una de las 50 personas más creativas de México y forma parte del comité de expertos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que tras la crisis sanitaria publicó el informe La pandemia pone a prueba a la economía creativa, Ideas y recomendaciones de una red de expertos del BID para analizar el impacto de la pandemia en la economía creativa y cultural de América Latina, que propone nuevos modelos para el desarrollo de esta industria. “Tal como el Estado debe ser garante del derecho al agua potable, a la educación y a la libre expresión, debe garantizar que las y los ciudadanos puedan incidir en la vida cultural de sus ciudades, pueblos, países y lugares. Que puedan hacer su propia cultura”, dice.
Has mencionado que la innovación es un medio y no un fin. ¿A qué te refieres con esto?
— La innovación desde el sector de la cultura se entiende como los procesos de creación y de sostenibilidad de las industrias creativas. En este sentido, no solo busca iniciar cosas, sino también debe responder a nuevas lógicas y tener un fin sostenible. El sector de las artes y la cultura está muy precarizado y no tiene, necesariamente, una trayectoria lineal, como ocurre en otros sectores donde está muy claro cómo es una carrera profesional. Entonces, innovar aquí implica encontrar nuevas formas para sostenerse y desarrollarse en un sector que -hasta ahora- no tiene pautas claras ni medios para hacerse cargo de un entramado de actores.
Trabajaste como directora del área de Ciudad Creativa en el Laboratorio para la Ciudad de México, donde diseñaste, dirigiste e implementaste acciones de políticas públicas para el sector creativo. ¿Cómo fue esa experiencia y qué destacas de este proyecto, que es un ejemplo para la región?
— El Laboratorio para la Ciudad fue, sin duda, unos de los espacios más innovadores que ha visto el gobierno de México durante los últimos años, y me atrevo a decir que es un referente para el mundo entero. El proyecto estuvo ideado y liderado por Gabriela Gómez-Mont, que es una visionaria y una suerte de mujer del futuro, y fue levantado y sostenido por Clorinda Romo. Ambas son mentes brillantes. Desde ahí, se repensó el rol de la ciudadanía en los gobiernos y se puso en valor el enorme capital que tienen las ideas ciudadanas.
Estuve a cargo de la estrategia de economías creativas a través de lo que llamamos creatividad urbana, donde quisimos quitar el velo de lo que sucede en la ciudad y, sin romantizar la precariedad, poner en valor la creatividad que habita en las calles. Esto no solo lo trabajamos a nivel de infraestructura urbana, sino también respecto a las relaciones que suceden y las formas de comercio e interacción que existen en el tejido urbano. Ese trabajo fue lo que me llevó a abrir la conversación sobre la importancia de las economías creativas.
La accesibilidad, la equidad, la diversidad y la inclusión son pilares del British Council, donde actualmente eres la Directora Regional de Artes y Culturas para la región. ¿Cómo se diseñan proyectos que incluyan diversidad de voces y experiencias, y que además se mantengan siempre abiertos a esos puntos de vista?
— Ya no podemos pensar en seguir avanzando en una agenda cultural sin incluir diversidad de voces. Y en el British Council lo hacemos desde un conocimiento muy amplio, trabajando en accesibilidad con comunidades indígenas remotas y personas con discapacidad. Nuestra tarea es crear plataformas accesibles y poder, por ejemplo, tener usuarios con discapacidad visual que cuenten con ayudas específicas para navegarlas. También debemos implementar criterios de equidad de género, no solo relacionados a la paridad, sino también a criterios transformativos, como que los programas y los contenidos tengan perspectiva de género y de minorías étnicas. Esto implica una inversión económica importante y voluntad política de los gobiernos para poder implementarlo a gran escala.
Como organización, contamos con una red internacional de más de 100 oficinas alrededor del mundo y compartimos conocimientos con colegas en África, en el Sudeste asiático y en el Caribe. El corazón del programa tiene que ver con preguntarnos cómo estamos transformando los paradigmas de la gestión cultural hacia un modelo mucho más inclusivo y diverso.
¿Cómo se desarrolla la innovación pública desde esta organización?
— Para desarrollar una economía creativa sostenible, trabajamos con tres tipos de públicos o usuarios. En la base de la pirámide, están los emprendedores. El emprendimiento en la industria creativa tiene rutas bastante únicas y normalmente existe una suerte de responsabilidad social. No es una industria que solo busque producir dinero. El tinglado de los actores que están cambiando la ciudad, generalmente, están muy comprometidos con el impacto social, ya sea medioambiental, urbano o de capital social.
Luego, trabajamos en el desarrollo de líderes, ya que buscamos elevar el nivel de profesionalización de la industria. Y es que si fortalecemos ese rol y lo enfocamos en liderar economías sostenibles, vamos a poder incidir en políticas que apoyen más a los emprendimientos. Nuestra idea es que a más emprendedores, más líderes. A más líderes, mayor influencia y radio de acción e impacto en los tomadores de decisiones. Y con más tomadores de decisiones convencidos de este movimiento, más ayuda y apoyo para los emprendedores de la base de la pirámide. Es un círculo virtuoso.
El cambio de chip, claramente, no viene solo a través de la publicación de indicadores y papers, porque tenemos un montón de informes sobre cómo la economía creativa ayuda a la economías nacionales. Pero si formamos a líderes para que en un futuro sean tomadores de decisiones y se involucren en política, o se sienten en la mesa con ellos, vamos a tener mayor incidencia.
En ese sentido, ¿cuáles crees que son los factores clave para el desarrollo de la industria creativa?
— Para mí, el mínimo es la sostenibilidad. Pero hay que entender que el modelo no siempre es el mismo. Para algunos puede ser una economía solidaria, para otros un fondo de inversión privado o un modelo de compra venta. Lo que sí es claro, es que debemos encontrar esa sostenibilidad y ese conocimiento se tiene que entregar desde las universidades.
En 2018, publicamos Las habilidades para la economía creativa, donde identificamos habilidades que proponemos incluir en los currículum para hacer política académica y universitaria. Esto no tiene como fin teñir todo con un tinte economicista capitalista, sino volver sostenibles las industrias creativas. Porque de no serlo, están básicamente destinadas al fracaso, además de darle la razón a esas voces boomers que dicen: ‘no estudies arte, no estudies cine, porque te vas a morir de hambre’.
El informe La pandemia pone a prueba a la economía creativa, Ideas y recomendaciones de una red de expertos del BID para analizar el impacto de la pandemia en la economía creativa y cultural de América Latina, del que fuiste parte, plantea que la crisis sanitaria generó nuevos modelos de negocio y recomienda desarrollarlos.
— Si la pandemia nos enseñó algo, es que ante una emergencia sanitaria se va a recortar lo que no es urgente ante los ojos de un gobierno, y eso casi siempre es la cultura. El Estado tiene que garantizar el acceso a los derechos culturales, pero ese acceso cada vez va a tener menos presupuesto. En la medida en la que podamos profesionalizar este sector, vamos a construir una zona a la que llegue gente que pueda tener una buena calidad de vida. Se trata, simplemente, de que quien quiera ser artista, pueda vivir de su arte.
¿Y cómo se promueve en la industria, entonces, la innovación para nuevos modelos de negocio?
— A través de modelos de gobernanza. En la medida en que un poeta se sienta cobijado, por decir, por una cooperativa de poesía, pasa de ser un individuo a un grupo de personas. Y ya no está solo. Hacer red es clave, porque si ese poeta está sostenido y es empujado por una industria editorial independiente, es más factible lograr la sostenibilidad. Lo importante de tener un fin comercial es que, de esa manera, mucha más gente va a poder participar de este sector. Las personas tienen que comer. No podemos aspirar a que el fin último de la industria creativa sea que sus profesionales sobrevivan, sino que podamos vivir con dignidad de lo que amamos hacer. Esa es la lucha.